Gracias.

Ante todo, solo tengo que agradecer que colmaste mi vaso de gotas y se derramó todo. Así que te doy las gracias. 
Gracias porque veo ahora todo desde fuera y el derrumbe psicológico era intenso y lleno de niebla. 
Gracias por darme una segunda oportunidad.
Por pensar que podía funcionar y llenarme de ilusión. Y vivir sólo de eso. De esperar que me quisieras. Y darlo absolutamente todo sin mesura. 
Gracias por darme la ostia de realidad y decirme que no sentías nada por mi y que todo eran cenizas de la primera batalla. 
Gracias por avisarme constantemente que sólo eramos amigos y que no querías confundirme. Que no era nada serio. 
Aunque luego me decías que estábamos juntos mientras dormías conmigo. 
Gracias por darte cuenta que había cambiado y que era mejor persona y una constante versión mejorada.
Gracias por verme sufrir a diario y seguir sin cambiar. Ahí supe que realmente estabas cómodo y sabías que jamás me iba a alejar. Pero te equivocaste, como cuando pensabas que nunca iba a cambiar. Igual. Y me fui.
Y supe que no me merecía irme a la cama con dolor de pecho, como si me fuera a dar un infarto, como si las sábanas me ahogaran el cuello. 
Gracias por abrazarme y besarme cada vez menos, ir mermando mi autoestima pensando que ni para eso servía. 
Gracias por hacerme sentir disfuncional, pues pensaba que ya no me sentía atractiva ni deseable. 
No me sentía bien, ni emocionalmente, ni físicamente, ni sexualmente. Y seguía ahí contigo, pensando que sólo era cuestión de tiempo. 
Y cuanto más tiempo pasaba, más espasmos musculares tenía, tics en el párpado, dolor en el pecho. 
Y yo seguía siendo invisible y estaba oculta, como si fuera una vergüenza para ti que nos vieran juntos, como si fueramos dos críos. Como si te importase más la opinión ajena. 
Y yo cada día con una agonía y miedo constante, pensando que me ibas a dejar. 
Me armé de valor y marché a un último viaje, a ver si todo se podía solucionar, saliendo de la ciudad. Y todo fue a peor.
Y después de aprovecharte hasta el último día, me soltaste la bomba por teléfono. 
Cuando ya pensaba que no podía sangrar más, me comentaste tan calmado que no existía nada y que eramos "colegas". Me sonó tan despectivo que me sentí como si me hubieran usado y tirado a la basura. 
Me absorbiste casi 12 meses de mi vida, para luego derrumbar algo que ni existía. 
Y ya ahí, después de la ostia, volé. 
Me armé del valor que ya no tenía, ni las fuerzas para pelear y corté toda comunicación contigo. Pedí mucha paciencia y ayuda. Y nadie me juzgó, ni me regaño por lo que hice. Solamente di demasiado y me quedé casi vacía. Contacto cero a partir de ahora, te rogué que no volvieras a contactarme, si no era algo de vida o muerte. 

Nada más lejos de la realidad. 
Recibí llamadas las cuales tuve que atender ya que eras tú ahora el arrepentido, el que se encontraba mal. El que tenía que pedir ayuda. 
Y yo lo hice unas cuantas veces, y me cansé. De ponerme siempre en segundo plano para ayudarte. Yo me encontraba constantemente temblando pero seguía ayudándote. Era como si yo nunca tuviera tiempo de encontrarme mal, o de sentirme yo mal. Siempre a disposición del resto. 

Basta ya. No puedo más, necesito seguir con mi vida. 

Y luego vinieron más llamadas, mensajes incesantes. Cada mensaje o llamada que me llegaba me desestabilizaba una semana entera. Ese día acababa temblando y tenía que seguir trabajando. 
Nunca tuve tiempo de tomarme 1 semana para irme a descansar y centrarme en mi misma. 
Y me negué a contestar a semejante acoso y derribo. A que no se respetara ni un solo momento que yo pidiera espacio y tiempo. Que necesitaba estar sola sin saber una sola palabra de ti. 
No se respetaron mis peticiones, ni mi bienestar, ni mi salud. Cuando dejé de saber de ti, empecé a curarme y a sentirme mejor. Y cada vez que me llegaba un mensaje se me derrumbaba mi mundo, tenía las defensas bajísimas, pero no cedí.
Aún así, te mandé ayuda indirecta que a día de hoy sigo esperando de vuelta y un gracias, ya que estamos pidiendo. 
Y ahora de repente sientes algo, me amas? Lo siento yo ya no me creo nada. 

Fuiste un cobarde y sigo esperando el día que subas una foto de nosotros juntos, de nuestros viajes, esos que pareces que haces solo. 

Y después de la tormenta, llegaron las secuelas.
Cada amigo que me intentaba abrazar, me apartaba porque me entraban náuseas y temblores al notar el contacto humano. 
Me sigo sintiendo disfuncional a día de hoy. Pero sé que no merezco algo así y menos de alguien a quien amaba con tremenda locura. Quizás ese fue el problema, que la locura sin mesura, me consumió. 
Ante todo, gracias por enseñarme todo esto. Has perdido a un ser muy valioso si lo hubieras cuidado. Aunque la verdad, no guardo ningún rencor ni odio, ni siquiera pienso que eres mala persona, solo que necesitas ayuda profesional. Solo deseo continuar mi viaje y agradecer los buenos momentos que me hicieron feliz. Y que algún día asumas la responsabilidad de tus actos y cómo me afectaron a mi. Como yo ya hice en el pasado. 
Ya está, ya hay paz.

"El amor se demuestra cuando tienes a la persona contigo, a tu lado. No cuando la intentas recuperar" 


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